Artículo en el periódico español LA RAZÓN
en el cual dicen cosas como estas:
A día de hoy son pocas las organizaciones que siguen utilizando el código morse, siendo los radioaficionados y los Boy-Scouts sus mayores defensores
Los Boys-Scouts? Hmmmm
El artículo dice:
Un telégrafo es un artilugio que permite la comunicación a distancia. La información se emite mediante dos señales eléctricas: una corta, que se corresponde con el punto; y una larga, que se corresponde con la raya. Al combinar los puntos y las rayas de una forma concreta, un telégrafo es capaz de transmitir cualquier mensaje a través de impulsos eléctricos. Ese “idioma” en el que se comunican los telégrafos es lo que se conoce como “código morse”.
Este lenguaje ya no se usa en ningún tipo de comunicación oficial. Al fin y al cabo, existen otras muchas tecnologías que permiten una comunicación mucho más segura y para los que no se necesita memorizar un complicado códice formado únicamente por rayas, puntos y espacios. Actualmente, el uso del código morse ha quedado relegado casi exclusivamente al terreno de lo anecdótico. Y son pocas las organizaciones que lo siguen utilizando habitualmente, siendo los radioaficionados y los Boy-Scouts sus mayores defensores.
La frase que cambió el mundo
El gran logro de esta tecnología es que permitió que –por primera vez en la historia– se lograsen transmitir pensamientos complejos entre lugares lejanos entre sí, en cuestión de segundos. Concretamente, ese hito que marcó el inicio de la “era de la información” tuvo lugar el viernes, 24 de mayo del año 1844.
Aquel día, el padre del telégrafo, Samuel Morse, hizo la primera demostración pública de su invento. Y lo hizo enviando un mensaje desde el Capitolio de Estados Unidos, que es el edificio que alberga las dos cámaras legislativas en Washington, a la estación de ferrocarriles de Baltimore de la línea Baltimore-Ohio, que es la línea de ferrocarril más antigua de Estados Unidos.
La primera frase transmitida por este sistema de comunicación fue «What hath God wrought?”, es decir, “¿Qué nos ha traído Dios?”, que es locución extraída del Antiguo Testamento. Ni los militares, ni los políticos, ni los periodistas, ni los mercados financieros pudieron esquivar las consecuencias de aquella frase. La trasmisión fue todo un éxito y dejó claro hasta qué punto el telégrafo era viable como sistema de comunicación a distancia.
Después de aquello, los operarios se pusieron en marcha y comenzaron a tirar líneas eléctricas para transmitir información a cualquier punto del planeta.
Afortunadamente, y gracias en parte al telégrafo y al código morse, el mundo ahora era mucho más pequeño. En términos históricos, podemos equiparar el salto que supuso el telégrafo para la integración internacional, con lo que en su día pudo suponer el descubrimiento del tornaviaje o el que ha supuesto Internet para las globalización en la actualidad.